"Como un sauce al lado de vastas aguas". Ezequiel 17:5

jueves, 30 de junio de 2011

Lenin y Stalin: Los obreros de la “política de agitación”

La propaganda política de masas del Comunismo en el siglo pasado, estuvo principalmente representada en las figuras de dos de sus artífices: Lenin y Stalin.
En las biografías de personajes históricos como Lenin y Stalin, semiretratados en estos párrafos, y si investigamos más sobre ellos, nos damos cuenta de que cambiaron los términos fundamentales de la denominada “propaganda de agitación”.

En la gran mayoría de los procesos de cambio y revolución social, o de forma directa, en el cambio en los términos que pudieron caracterizar a una sociedad entera, tales como las revoluciones liberales y socialistas de los siglos XIX y XX, han estado presentes una serie de actores que a día de hoy aún conscientes de su existencia e influencia en nuestra mentalidad y conceptualización, no admitimos como tal realidad y negamos sus hechos: Hablamos de la propaganda política. Una herramienta de agitación social, de arrastre y persuasión de masas, de predicación de ideales, de una ideología política, social, económica, publicitaria, consumista, etc. Una herramienta de gran utilidad que se ha convertido en muchos momentos de la historia en una verdadera arma intimidatoria.
Tenemos recientes las presentes campañas electorales autonómicas, en las que hemos elegido mediante un proceso democrático, es decir, y muy brevemente, con nuestro voto, a nuestros representantes políticos en la ciudad en la que vivimos, en nuestro barrio, en nuestra comunidad. Y repetimos bajo el amparo de un sistema electoral democrático, sin trampa ni cartón. Sin influencias “enmascaradas” en nuestra decisión. ¿Es esta la realidad? ¿Pensamos que elegimos en base a nuestros pensamientos y gustos, a nuestros principios e ideologías políticas y sociales sin ninguna influencia? Con cierta ironía, me atrevería a decir que no.
La historia, ciencia olvidada para muchos y maltratada por otros tantos encargados de cuidarla, tales como las figuras de líderes políticos de los que hablaremos, nos ha demostrado y contestado a las preguntas que hemos planteado anteriormente. Y nos ha demostrado con hechos que la propaganda de agitación política siempre ha existido. Y como hablamos de hechos, nos valdremos de esta ciencia como referente pedagógico, y desglosaremos utilizándolo como ejemplo uno de estos acontecimientos históricos de relevancia,  en el que si bien la propaganda política y su empleo como instrumento de influencia siempre han existido, este en especial marcó un antes y un después en la tónica habitual de actuación de tal actor principal de la política, convirtiéndola en lo que es hoy. Hablamos de la propaganda política de masas del Comunismo en el siglo pasado, principalmente representado en las figuras de dos de sus artífices: Lenin y Stalin.
Empezaremos señalando que tanto Lenin como Stalin, emplearon estas herramientas políticas para la consecución de un objetivo. Objetivo que querían conseguir a toda costa, y que mencionaremos más adelante. Lo mismo ocurría, por tanto, con la teoría en si del Comunismo utópico. Tenía, y sigue teniendo, un objetivo claro y común a todos los aspectos de su manifiesto teórico, crear una nueva sociedad liberalizada de las cadenas que la atan. En la Rusia de la época este era el contexto histórico, el tablero de juego: unos querían el cambio radical de su situación, el proletariado y el pueblo, y otros anhelaban mantener su status de poder hegemónico como gobernantes, los Zares. Así, y bajo esta trama de tensiones venidas desde las revoluciones del siglo XIX y principios del XX, de nuevo el cambio debía pasar por otra revuelta. Una revuelta que sería definitiva. Era el momento del cambio social. Era el momento de la salida a la escena mundial del Comunismo. Fue el momento de la Revolución de Octubre de 1917, y este era a su vez, el momento de Lenin.
Era el instante de romper con la historia; con el fin del antiguo régimen establecido y el nacimiento del primer gobierno de campesinos y obreros del mundo. Y para ello, Lenin y otros líderes bolcheviques en el exilio, se pusieron manos a la obra y volvieron a su madre Rusia, con el objetivo que en párrafos anteriores citábamos tenía este líder, crear una nueva nación revolucionaria, y por ende, un nuevo hombre soviético. Sabedor de que sin el apoyo a largo plazo de las clases trabajadoras la revolución acabaría cediendo a las corrientes totalitarias que se germinaban en toda Europa, y contando con el problema añadido del alto analfabetismo de los ciudadanos rusos (el 80% de la población no sabía ni leer ni escribir) por lo que su compromiso con la Revolución también acabaría perdiendo auge por no entender la profundidad de la causa bolchevique, Lenin se hizo cargo del levantamiento. Derrocando así al gobierno provisional tras la Revolución de Octubre, Lenin se convirtió en la figura de liderazgo de  El Partido, y en la base de la formulación política de revolución de la Rusia del momento.
Las calles se inundaban de color rojo, se empapelaban con verdaderas obras de arte de las técnicas gráficas. Meros carteles, pero que reflejaban a un Lenin eufórico, luchador, enérgico, bajo la bandera del partido exacerbando a las masas hacia la gloria de El Partido Comunista, de la revolución del proletariado. Unos carteles que reflejaban el espíritu que se pretendía inculcar en las masas, que el desánimo por los años de guerra civil no hicieran meya en su firmeza frente al amenazante Ejército Blanco, que representaba los valores de la opresión del pasado. Unos carteles que reflejaban a un líder carismático: Al líder Lenin. Este fue el principio de la denominada “propaganda de agitación”.
Sin embargo, aún con estos esfuerzos por mantener el espíritu revolucionario vivo en los ciudadanos, la pieza clave de la Revolución de Octubre, la guerra civil que la sobrevino entre los revolucionarios representados por el Ejército Rojo, y los todavía fieles a los zares encabezados por el Ejército Blanco, hizo de la Rusia Soviética una Rusia exhausta y empobrecida. Las enfermedades y el hambre castigaron a una diezmada población, que perdía la fe en el nuevo sistema. Las clases medias cultas, y ricas, emigraban a Europa en busca de seguridad. Así, la economía rusa sufrió una caída y posterior estancamiento que el nuevo, y poco preparado, Estado Soviético no podía subsanar con las herramientas de las que disponía.
Si bien fue capaz de salvar su cabeza política, y mantener el Gobierno Soviético, Lenin era consciente de la baja autoestima del pueblo, de la columna vertebral del futuro comunismo que pretendía crear, del nuevo ideal de hombre soviético. Por ello Lenin llevo a la práctica máxima su propaganda política centrado en la mente popular.
Durante los siguientes años a la Guerra Civil Rusa, la “propaganda de agitación” realizada por Lenin subió un par de peldaños más. Sabía tratar a las masas, y de donde podía tirar de ellas para cumplir los ideales de El Partido. Festivales callejeros y teatros de masas al aire libre llenaban las calles para mantener el entusiasmo revolucionario frente a las dificultades económicas y de identidad política que sufrían sus compañeros ciudadanos. Se generó una atmosfera festiva y colorista ejemplificada en los actos del tercer aniversario de la Revolución de Octubre de 1917 en los que tranvías, carromatos y tablados improvisados en el Palacio de Invierno escenificaron su asaltamiento, cargada de símbolos revolucionarios, siendo los protagonistas de la actuación los ciudadanos de a pie, armados con porras de juguete y al son de los himnos de batalla del Ejército Rojo, quienes tomaban el palacio anunciándose el desenlace y la victoria final con efectos cinematográficos proyectados en las paredes y fuegos artificiales desde un montaje del buque “Aurora” en mitad de la plaza del palacio. Sin duda alguna, unas representaciones grandilocuentes que nos cautivarían sin duda si estuviéramos presentes, y nos contagiarían los gritos y vítores ensalzando la figura de Lenin y el Estado Soviético.
A estas grandes representaciones le siguieron grandes proyectos arquitectónicos. Como las obras del plan de propaganda monumental, como la escultura a La Madre Rusia, de 85 metros de altura erigida en lo alto del monte Mamayev Kurgan. O el poco conocido proyecto de la Torre de Tatlin, cuya planificación consistía en la construcción de una Ciudad Estado Socialista que albergaría al futuro gobierno socialista, y que serviría como zona de ocio principal para el pueblo por sus cines, edificios de emisoras de radio y exposiciones de arte. Un ideal de monumento que destacamos por su dimensión, simbolismo e intencionalidad, que refleja a la perfección hasta donde se quería llegar con estos planes de propaganda de masas. Proyecto que por su “osada” dimensión no llegó a ver la luz aunque el proyecto base quedó como un icono de los intentos de progreso técnico de la Rusia Soviética de Lenin
Proyectos, carteles, festivales, en definitiva propaganda política con un objetivo a cumplir: exaltar al ciudadano como figura máxima del nuevo gobierno, es decir, convencerle transmitiendo una seria de mensajes ideológicos en todos los conceptos, tanto políticos como artísticos.
Llegamos ahora a un significado verdadero  del culto a la persona, a la figura de Losif Stalin: El Emblema de Héroe soviético. ¿Y cuál era el objetivo de Stalin, utilizando la propaganda como arma política? A parte de reverenciar culto hacia su persona, lo que pretendía era acabar con la colectividad, con sus enemigos políticos con las famosas “purgas” internas, y moldear a su manera al pueblo. No interesaba que el individuo pensase de forma autónoma y que sus ideales no fueran los instaurados por su persona, o por el Estado; aunque en este caso representaban la misma figura unificada. Todo el poder le pertenecía a Stalin, por ello, se valió hasta del arte como herramienta política para hacer cumplir su ley. Maltratando y dejando de lado a las tendencias vanguardistas del momento (el impresionismo, el surrealismo, el dadaísmo y el cubismo) apoyadas durante el gobierno de Lenin, por considerarlo un arte burgués en lo que representaba, marcado por su carácter subjetivista. Con la llegada de Stalin al poder de El Partido, el realismo socialista es convertido en el arte oficial del Estado, y aceptado como la única corriente artística sin censura. El realismo socialista utilizado por Stalin y su gobierno es transformado en un principio moral cuyo deber es: Interpretar, reflejar y cambiar la realidad. Exaltar al hombre y a la mujer común en su trabajo, en las fábricas o en el campo, como algo admirable y proporcionado por el Estado. Por Stalin. La intención en cuadros como Maíz de  Tatyana Yablonskaya (1949) o Cada vez más alto de Serafima Ryangina era educar al pueblo en el sentir socialista. Hacerles comprometerse por la causa. Igual que Lenin, para Stalin el objetivo de nuevo era crear el “tipo” de hombre soviético.
Utilizó la propaganda política, de nuevo en el tan recurrida cartelismo, así como a través de la radio y la prensa escrita, para ensalzar sus logros y cualidades, a pesar de que estos fueran falsos o inventados. Convirtió a Lenin en la figura insignia de alzamiento revolucionario, haciendo de su muerte un emblema para el Comunismo de la URSS. Lo que honró aún más la figura del nuevo líder de masas, Stalin.
Se reescribieron libros de historia, se desvirtuaron biografías, se manipuló la imagen el trasfondo de la realidad para que mediante la propaganda de Estado se le presentase como el nuevo héroe soviético, el citado “tipo” ideal de superhombre comunista. Esta figura de líder fue convertido en objeto de culto. No era extraño ver los retratos, fotos o las representaciones en carteles presentado a Stalin con el gran padre de todos los ciudadanos, acompañado de niños, o aconsejando e sus compañeros con bondad, como el gran benefactor del pueblo. Hasta se sirvió del folclore del campesinado como pretexto político retratándose como el “patriarca” que acompaña a los agricultores, obreros, y hasta con los políticos para llegar a todos. Para hacerles llegar el sentir del nuevo Estado, representado de forma hegemónica en su persona.
Y en una medida mayor ocurrió lo mismo extrapolando todos estos argumentos a los años de la II Guerra Mundial. Donde la guerra se libraba entre las fuerzas del mal nazis, contra las salvadoras comunistas. La principal preocupación para Stalin durante la década de los 30, y más si cabe durante los años propios de la guerra, fue el fascismo. Hecho que quedó constatado en el nuevo impulso que dio a la propaganda política para difamar el fascismo con caricaturas en carteles y en prensa, donde se representaba a Hitler y al nazismo como la monstruosidad amenazante de Europa, o como un pelele vapuleado por los ejércitos soviéticos.
Sin embargo más gráficas y agitadoras fueron los envites prestados a la propaganda explotada de forma directa durante las batallas que se vivieron en territorio ruso. Y Stalin puso en práctica dos funciones nuevas para levantar el ánimo combativo y la fortaleza de sus ejércitos, inferiores en tecnología y número frente a las tropas invasoras del III Reich. Estas nuevas armas fueron el “heroicismo” y los Boievoi Karandasch o “lápices luchadores”.
Los carteles  de agitación política de motivación iban dirigidos a sus soldados, al ejército profesional, pero en gran medida también a la población y a las milicias voluntarias, claves en cuantiosas batallas. Stalin intercaló entre las tropas periodistas, escritores y dibujantes cuya única misión era descubrir héroes, grandes soldados, para publicar y retratar sus actos de grandeza frente al enemigo. Relatar sus historias de guerra y darlos a conocer a todos como ejemplo de Hombre Soviético. La otra herramienta para la exaltación durante la guerra que hemos citado fueron los Boievoi Karandasch. Se trataba de pequeños carteles, lanzados desde aviones o camiones por las ciudades, impresos con lemas e historias “heroicas” de batalla, para motivar y concienciar a la lucha a las milicias ciudadanas y a actuar como espías para el gobierno. Para la historia quedaron los lemas “La Madre Rusia os llama” vitoreados por megafonías durante la recuperación de la ciudad que llevaba el nombre del líder de El Partido, Stalingrado, donde se generó un punto de inflexión primordial para la victoria a favor de los Aliados durante el resto de la guerra.
En las biografías de personajes históricos como Lenin y Stalin, semiretratados en estos párrafos, y si investigamos más sobre ellos, nos damos cuenta de que cambiaron los términos fundamentales de la denominada “propaganda de agitación”. Como lo hicieron a la vez Hitler o Mussolini. Sin embargo, no debemos olvidar que esta ha existido desde que el mundo es mundo, y el ser humano ha sido política. Desde las campañas de terror de el Rey Ciro el Persa, pasando por Roma rodeado de simbolismo imperial, Napoleón y no muy lejano para nosotros franquismo. Los gobiernos totalitarios de Stalin y Hitler, o las dictaduras, como la sufrida en nuestro país, pusieron de manifiesto el empleo de estas técnicas para la motivación o convencimiento de la población. Del electorado. Haciendo de la propaganda de agitación política algo más que una definición, una ciencia.
Y el electorado se ha convertido a día de hoy en el engranaje clave. Marketing y política se entremezclan en una instrumentalización en base a la propaganda construyendo una maquinaria científica exacta para conseguir electores, en ende consumidores; artículo fetiche de ambos.
Los candidatos convertidos en marcas, bajo eslóganes pegadizos, discursos demagogos repletos de descalificaciones al contrario, saben que su victoria pasa por el electorado. Por eso venden “imagen” y no “política”. Tal como ocurrió en los primeros años del Comunismo con Lenin y Stalin, estos no reflejaban más que lo era su pueblo, los electores, lo que quieran y pretendían de estos. Este contexto se puede extrapolar a las campañas electorales actuales, y a la vida política en sí de países como el nuestro. La imagen física de los políticos, los eslóganes, propagandas y consignas políticas durante las campañas electorales ponen de manifiesto las características del candidato. Pero sobre todo las de los electores, ya que es a ellos a quienes se buscan, a quien los candidatos se venden. La imaginación, el manejo del humor, la ironía y la retorica, y por su puesto la descalificación del rival se colocan al escabel de los candidatos, principalmente a través de los medios de comunicación.
Sin embargo, un servidor se considera un romántico. Y cree que, al igual que la política actual se ha vendido al marketing y a la imagen colectiva para conseguir electores, y por tanto el poder, también cree que la política bien ejercida ha brindado durante la historia contemporánea libertades que en otras épocas hubieran sido impensables, y ha construido sociedades mejores. Siempre bajo el amparo de la pluralidad tanto política como social. Pero sí es cierto que queda en el aire una pregunta ¿hacia dónde se encamina pues la sociedad ante tal situación mundial, ante el contexto en el que vivimos en nuestros días? Mi reflexión y respuesta es esta: Si los ciudadanos y partidos empiezan a participar en esta nueva idea que asoma, esta nueva concepción democrática que apuesta por la pluralidad y la vuelta al diálogo, hará germinar las condiciones de una nueva práctica democrática, lejos de la política-propaganda de hoy día.

jueves, 16 de junio de 2011

Marketing y política ¿Hacia dónde nos llevan?

Si ahora mismo argumentásemos que la unión de la política y la propaganda son una ciencia moderna, surgida en el siglo pasado, el S. XX, el siglo de las guerras y los totalitarismos, pero también de las libertades y la democracia, estaríamos reduciendo a lo más mínimo un hecho real que ha acaparado toda la historia. Desde las campañas de terror del Rey Persa Ciro II, pasando por la grandeza paseada en sus balsas de oro de los Ptolomeo egipcios por el río Nilo, llegando a los atentados verbales de los dirigentes políticos contra Sócrates en Atenas con el fin de desterrarle, el Imperio Romano con sus miles formas de política, Los reyes absolutista, la llegada del liberalismo, hasta nuestros días, el tablero de juego de la política ha estado marcado por una cosa: hacerse con el electorado.
Sin embargo, sobre lo que si podríamos argumentar y razonar (más bien argumentar)  es sobre la ya nada escondida presencia de la propaganda y del marketing en la política actual. Donde, al igual que los productos de consumo masivo son el artículo fetiche de la publicidad y del marketing, la política se ha instrumentalizado en base a la propaganda construyendo una maquinaria para conseguir electores; y estos se han transformado en su artículo fetiche.
Los candidatos son ahora “marcas”. Y tal como las grandes marcas y firmas de la sociedad de consumo actual, estas se sustentan para la venta en un complicado aparato logístico-comercial llamado marketing, que engloba entre otras muchas materias, la publicidad y la imagen. Los candidatos convertidos en marcas políticas, se sostienen bajo eslóganes pegadizos o discursos demagogos repletos de reproches y descalificaciones a los rivales. Pero los que realmente otorgan las candidaturas y más adelante brindan los triunfos electorales son la imagen, la publicidad, la propaganda política al servicio de las campañas de marketing más estudiadas. La política y los políticos son productos expuestos en un gran centro comercial de descuentos, ofertas y chollos para la rápida compra del consumidor, sin que pueda realizar ningún tipo de conjetura, porque su atractiva imagen y asequible precio ya le han convencido.
Toda una maquinaria que genera un inmenso impacto en el ciudadano, es decir, en el electorado. Las técnicas del marketing han alterado los valores tradicionales de la vieja política, la basada en los programas electorales, en las ideologías de los ciudadanos, en la búsqueda de la mejora de los pueblos. ¿No les viene a la memoria J.F. Kennedy, aquel flamante candidato a la Casa Blanca, y el famoso primer debate político a una presidencia televisado el 26 de septiembre de 1960? No analizaremos este detalle de la historia política minuciosamente porque daría para miles de artículos y libros, y así ha sido, pero sí nos detendremos en un punto que utilizaremos como ejemplo para nuestra argumentación. 80 millones de norteamericanos se reunían esa noche entorno a sus televisores en blanco y negro para ver el debate presidencial entre el senador John Kennedy y el vicepresidente Richard Nixon. La historia nos ha permitido saber que Nixon llegaba a este debate convaleciente de una lesión de rodilla, cansado por ello de todos los actos de campaña electoral a los que él mismo había decidido asistir personalmente y con pocas horas de descanso antes del debate. Ya en televisión, se negó a que le maquillasen para disimular su aspecto y las sombras de las luces de plato. Su imagen reflejaba cansancio, y transmitía la sensación de un hombre enfermizo y agotado: La de un político acabado. En cambio John Kennedy, que lo había conseguido todo en la vida, una mujer preciosa y gurú de la moda, fama, fortuna y reconocimiento social, se presentó al debate habiendo descansado previamente, luciendo un saludable bronceado y se mostró relajado y confiado: la viva imagen del sueño americano. Tras el debate televisado, las encuestas dictaron sentencia: Kennedy, que partía con una ligera desventaja, había vencido a Nixon. Sin embargo, los análisis políticos que se hicieron años más tarde y en la actualidad consideran que en términos formales el debate estuvo muy igualado. Las personas que lo siguieron por la radio dieron a Nixon por ganador. Pero para los 80 millones de espectadores que lo vieron en televisión, dieron por vencedor a Kennedy, no por su fantástico programa electoral, sino por su buen aspecto, imagen cuidada, posición social aceptada y su mejor disposición en el debate, sin buscar la confrontación. ¿Imagen o política?
Así como el marketing a través de sus herramientas, como la publicidad, tiende a estereotipar los gustos de nuestra actual sociedad de consumo, y a despertar en ella necesidades igual de estereotipadas y superfluas de cubrir, la política se ha banalizado y reducido a la búsqueda de esas necesidades a cubrir, los electores. El político y la ciencia política son ahora una marca, han pasado a ser casi un accesorio  bajo la supervisión de la propaganda política y el marketing, dirigidos por la imagen.
Este reflejo lo podemos intuir diariamente siguiendo las agendas y discursos de los políticos, y más aun si prestamos atención a las jornadas de los congresos de diputados. Pero donde lo podemos visualizar en todo su esplendor es en tiempo de elecciones, en campaña electoral. El marketing político también estandariza un discurso de campaña, una imagen, un eslogan. Ha edificado un discurso “tipo” en base a estor estándares, y se ha convertido en su  rehén, en esclavo de la propaganda y de la imagen, en una “marca política” a la venta por el voto del candidato. ¿Qué nos dicen las consignas políticas en tiempo de campaña, qué nos trasmiten los carteles que empapelan las ciudades, qué nos argumentan en los mítines, qué vemos por televisión? Lo único que sacamos en claro es un puñado de ideas, reiteradas miles de veces a través de los medios masivos. Porque como ocurre con las campañas publicitarias de nuevos productos, el éxito consiste en la mayoría de los casos en el bombardeo máximo, en la repetición y no en la suma de los detalles. Raro es escuchar la lectura de un programa electoral, unas promesas a los electores que no sean lo que quieren oír. Se trata de una estrategia de asedio, que paraliza al espectador-elector, absorto ante la difusión indiscriminada de mensajes.
La imagen física de los políticos, los eslóganes, propagandas y consignas políticas durante las campañas electorales ponen de manifiesto las características del candidato. Pero sobre todo las de los electores, ya que es a ellos a quienes se buscan, a quien los candidatos se venden. La imaginación, el manejo del humor, la ironía y la retorica, y por su puesto la descalificación del rival se colocan al escabel de los candidatos, principalmente a través de los medios de comunicación. Y no estamos dramatizando, quien más quien menos recuerda algún eslogan de campaña, sin ningún sentido político, solo dirigido a minusvalorar al rival, algún artículo de opinión que parece una granada de metralla contra el candidato rival y su electorado, o la viñeta de turno exagerando las facciones y ficciones de algún miembro del bando rival.
De hecho, podríamos poner un ejemplo durante la campaña a las elecciones municipales y autonómicas  de mayo de este año que hemos vivido recientemente que ha tenido gran protagonismo, y ha sido objeto de críticas y alabanzas. En varios carteles de campaña por toda la ciudad se podían leer la frase “quiero para Madrid lo mismo que zapatero ha hecho para España”, palabras pronunciadas por el candidato del PSOE a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Tomas Gómez. Estas palabras han sido utilizadas a la inversa por sus máximos contrincantes políticos en las elecciones, el Partido Popular, como eslogan en forma de  burla irónica presentándola en carteles con el color rojo característico del partido PSOE junto con la imagen de los dos implicados, firmado por el logotipo del PP. ¿El objetivo? Esta es la estrategia de posicionamiento de los candidatos, del marketing político.
Y por efecto simpatía, lo mismo ocurre con los electores, el otro punto clave de la política de partidos. El posicionamiento del candidato, si analizamos las campañas electorales y los mensajes que en ellas se utiliza, está estrechamente relacionado con el pensamiento de estos hacia ellos. Tanto con los partidos por los que se sienten simpatizantes, como por los llamados competencia, el partido antagonista. De nuevo volviendo a la comparativa del marketing y la venta o el lanzamiento de un producto dirigido a las masas, el posicionamiento ideológico y electoral de los candidatos es el lugar que ocupan ellos en la mente del consumidor, del votante.
El marketing al servicio de la política utiliza como arma el conocimiento del sector objetivo al que se dirige, el electorado. Y su objetivo, ganarse su voto y confianza, con muchos o con poco argumentos políticos, utilizando la imagen de ellos que estos desean ver.
Pero también encontramos un contrapunto en la sociedad vigente, que además en estos momentos es el tema del que todos hablan. ¿Es tan decisivo el marketing político actual en la sociedad que nos permite ver nada? Me atrevería a decir sin miedo, que a día de hoy, nos encontramos ante una sociedad globalizada, que a pesar de su globalidad, es cada vez más indiferente o apolítica, debido a que en el buque de la política mundial actual no encuentra soluciones futuras para un barco que se hunde poco a poco. Por el contrario, encontramos el aumento en el apoyo de los movimientos sociales que demandan y reivindican la mejora, no solo de un sistema político en concreto, sino del significado de la política y de la democracia, tal como está sucediendo con el bautizado “movimiento del 15M” en Madrid, y que se ha extendido por toda la geografía de España, inclusive de algunos puntos de Europa.
La política siempre ha acompañado a la humanidad en su andadura hacia la búsqueda de sociedades mejores. En muchos casos convirtiéndose en pesadilla, en otros muchos alcanzando libertades que nunca se hubieran imaginado. En la existente sociedad globalizada, donde el marketing ha inundado la política y se han perdido muchos de sus valores fundamentales por actuaciones contrarias a su filosofía, son muchos los que hablan del fin de un ciclo político, económico y social que nos lleva hacia el fracaso. Pero es precisamente, en las zonas fronterizas donde la vida se desarrolla más notablemente y con más efectividad, como ocurre en la naturaleza con las zonas coralinas, los humedales o las zonas volcánicas, donde conviven varios ecosistemas en perfecta simbiosis, creando un equilibrio perfecto. Ante la actual situación de crisis de identificación y significado político, hemos de apostar por la frontera, Es decir, por el pluralismo tanto político como social. Sin duda que la globalización ha conllevado la mejora de la sociedad en muchos aspectos, y no solo en términos políticos y económicos, podríamos hacer referencia a avances tecnológicos, médicos, científicos, de transporte y sin duda de comunicación. Pero la utilización de estos medios de masas han impuesto un modelo dominante de comunicación, de política y de economía vertical: impersonal, largo, homogéneo y unidireccional. Es por ello por lo que, si una parte de la columna se ve dañada, es muy problema que la estructura completa se derrumbe, justo lo que ha ocurrido con la crisis financiera actual. Pero el principal problema, bajo mi análisis y punto de vista, que ha generado este sistema global y vertical es el fin del pluralismo cultura. Y es la existentica de diferentes culturas donde encontramos la riqueza de todos los pueblos. Este debería ser uno de los nuevos principios filosóficos para la nueva política, y no dejarse dominar por la facilidad del manejo de la masa electoral por la propaganda y el marketing. Herramientas que mal utilizadas, son un arma muy dañina contra la sociedad, pero que utilizadas para el fin que venimos mostrando en este último párrafo de conclusión, mantener y ayudar al pluralismo de culturas y políticas de este mundo, serían de grandísima ayuda.
Sin embargo surge la pregunta inevitable ¿hacia dónde se encamina pues la sociedad ante tal situación mundial, ante el contexto en el que vivimos en nuestros días? Mi reflexión y respuesta es esta: Si los ciudadanos y partidos empiezan a participar en esta nueva idea que asoma, esta nueva concepción democrática que apuesta por la pluralidad y la vuelta al diálogo, hará germinar las condiciones de una nueva práctica democrática, lejos de la política-propaganda de hoy día.