"Como un sauce al lado de vastas aguas". Ezequiel 17:5

sábado, 9 de abril de 2011

Las fronteras, los mejores escenarios de la vida

Alejandría, Egipto S. III. Una época de cambios. Un tiempo de confusión. Romanos y persas se reparten el mundo conocido. Pero la decadencia de uno de estos grandes imperios es ya latente. El destino del “nuevo mundo” comienza ahora.
Bajo esta máscara, ocurre una historia que mezcla lo real con lo fictício. Lo divino con lo profano. Y los protagonistas de esta historia, que son el amor y el sexo. La más pura Alejandría. Ahram el Navegante, el filósofo y poseedor de la palabra Krito… Y sin duda los misterios de Glauka y sus ojos color océano, envuelta en belleza y un destino que no quiso vivir.
Bajo este marco José Luis Sampedro escribió “La vieja sirena”, uno de mis libros preferidos,  por no decir el preferido.
Releía esta mañana alguno de los pasajes que con mimo he ido subrayando, y memorizando, a lo largo de las innumerables veces que lo he ya no leído, sino estudiado. Y me sorprendía nuevamente la capacidad de análisis que hace valedor a Sampedro entorno al cambio de protagonista al que se enfrentaba el mundo de aquellos siglos, mezclado todo ello con la magia de los sentidos, y como este pasaje se puede extrapolar a nuestra actualizad para explicar el también cambio de actor que seguramente veremos en no demasiadas décadas.
Os plasmo dicho pasaje en el que Krito, consejero y fiel amigo de Ahram y Glauka, intenta explicar a esta última el afán en la búsqueda de poder de Ahram, su esposo.
 “- Es cuestión de mirar suficientemente lejos. Ahram piensa, sin dudarlo, que los males actuales vienen de la rivalidad entre Oriente y Occidente, de que ambos explotan al resto sin tener la capacidad y el talento para dirigir el mundo. Cree que rivalizando Grecia, madre de todo Occidente, y aportando el Oriente Palmira, se puede crear un núcleo central que diluya la tensión y garantice una libertad pacífica para un mundo de intercambios sin explotadores… pero olvida, como he apuntado hoy, todo el resto de la humanidad. Y olvida además que la cultura griega vive hoy de recuerdos y ya no es creadora, y que lo mejor del Oriente no está en Palmira, ciudad casi romanizada aunque mantenga templos a Bel, y las que sólo interesa monopolizar las rutas de caravanas como Ahram quiere monopolizar las del mar. Los dioses de Grecia, como los de Palmira o los de Roma, ya no inspiran ninguna creación… ¡Hasta las estatuas modernas reflejan el desconcierto por comparación con las antiguas! Y en cambio, por las llanuras escitas, por las selvas de la India, por las tierras desconocidas del país de la seda, por los campos de los hipopótamos y los elefantes donde no sabemos cómo nace el Nilo, y quién sabe si más allá del mar de Occidente, hay hombres, pueblos, dioses… El futuro, Glauka, no puedes ser de unos dioses ya muertos; de unos creadores sin sucesión. El futuro a de ser de todos ellos, los que no son nosotros, y ellos acabarán englobando a Roma y Grecia, a Egipto y a Palmira… Piensa que incluso aquí mismo están surgiendo dioses nuevos… el futuro es de ellos, de los que llamamos bárbaros. Ese otro mundo es la frontera de la historia y la vida es más fuerte que las fronteras.”
La vieja sirena
José Luis Sampedro
Este diálogo no saca a la luz la argumentación y el hilo del libro. La vieja sirena es una historia que abraza los sentidos, sobre los misterios de una mujer que está “enamorada” de la vida. Una historia de amor, en el mayor sentido de la palabra.
Una historia atada a un libro que nunca entenderán, si no han estado enamorados.

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